“El pueblo tiene derecho a saber la
conducta de sus representantes, y el honor de éstos se interesa en que todos
conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados
por el poder para cubrir los delitos.
Para el logro de tan justos deseos ha
resuelto la Junta que salga a la luz un nuevo periódico semanal con el título
de Gazeta de Buenos Ayres, el cual, sin tocar los objetos que tan dignamente se
desempeñan en el semanario de comercio, anuncie al público las noticas
exteriores e interiores que deban mirarse con algún interés. En él se
manifestarán igualmente las discusiones oficiales de la Junta con los demás
jefes y gobiernos, el estado de la Real Hacienda, las medidas económicas para
su mejora y una franca comunicación de los motivos que influyan en sus
principales providencias abrirá la puerta a las advertencias que desea de
cualesquiera que pueda contribuir con sus luces a la seguridad del acierto.
La utilidad de los discursos de
hombres ilustrados que sostengan y dirijan el patriotismo y fidelidad que tan
heroicamente se ha desplegado: nunca mayor que cuando el choque de las
opiniones pudiera envolver en tinieblas aquellos principios, que los grandes
talentos puedan únicamente reducir a sus primitiva claridad; y la Junta, a más
de incitar ahora generalmente a los sabios de estas Provincias para que
escriban sobre tan importantes objetos, los estimulará por otros medios que les
descubran la confianza que ponen en sus luces y en su celo.”
(Orden
de la Junta. Fundación de la Gazeta de Buenos Ayres, Buenos Aires, 2 de junio
de 1810)
“Los pueblos yacerán en el
embrutecimiento más vergonzoso, si no se da una absoluta franquicia y libertad
para hablar en todo asunto que no se oponga en modo alguno a las
determinaciones del gobierno, siempre dignas de nuestro mayor respeto. Los
pueblos correrán de error en error, y de preocupación en preocupación, y harán
la desdicha de su existencia presente y sucesiva. No se adelantarán las artes,
no los conocimiento útiles, porque no teniendo libertad de pensamiento, se
seguirán respetando los absurdos que han consagrado nuestros padres, y ha autorizado
el tiempo y la costumbre.
Seamos una vez menos partidarios de
nuestras envejecidas opiniones; tengamos menos amor propio; dese acceso a la
verdad y a la introducción de las luces y de la ilustración: no se reprima la
inocente libertad de pensar en asuntos del interés universal; no creamos que
con ella se atacará jamás impunemente el mérito y la virtud, porque hablando
por sí mismos a su favor, y teniendo siempre por árbitro imparcial al pueblo,
se reducirá a polvo los escritos de los que indignamente osasen atacarles. La
verdad, como la virtud tienen en sí mismas su más incontestable apología; a
fuerza de discutirlas y ventilarlas aparecen en todo su esplendor y brillo; si
se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como la materia y el error,
la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento harán la divisa
de los pueblos, y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria”
(Gazeta
de Buenos Ayres N°3, Jueves 21 de junio de 1820)
“Supresión
de los Honores del Presidente:
En
vano publicaría esta Junta principios liberales que hagan apreciar a los
pueblos el inestimable don de su libertad, si permitiese la continuación de
aquellos prestigios que por desgracia de la humanidad inventaron los tiranos,
para sofocar los sentimientos de la naturaleza.
Es
verdad que consecuentemente al acta de su erección decretó al Presidente en
orden de 28 de mayo los mismos honores que antes se habían dispensado a los
virreyes; pero éste fue un sacrificio transitorio de sus propios sentimientos
que consagró al bien general de este pueblo.
La
costumbre de ver a los virreyes rodeados de escolta y condecoraciones habría
hecho desmerecer el concepto de la nueva autoridad si se presentaba desnuda de
los mismos realces.
Un
remedio tan peligroso a los derechos del pueblo, y tan contrario a las
intenciones de la Junta, no ha debido durar sino el tiempo muy preciso para
conseguir arriesgada, pues los hombres sencillos creerían ver un virrey en la
carroza escoltada.
Si
deseamos que los pueblos sean libres, observemos religiosamente el sagrado
dogma de la igualdad. ¿Si me considero igual a mis conciudadanos, por qué me he
de presentar de un modo que les enseñe que son menos que yo? Mi superioridad
sólo existe en el acto de ejercer la magistratura que se me ha confiado; en las
demás funciones de la sociedad soy un ciudadano, sin derecho a otras
consideraciones que las que merezca por mis virtudes.
Ha
acordado la Junta el siguiente reglamente y el ejercicio de todo su poder.
2-
Habrá desde este día absoluta, perfecta e idéntica igualdad entre el Presidente
y demás Vocales de la Junta, sin más diferencia que el orden numerario y
gradual de los asientos.
3-Solamente
la Junta reunida en actos de etiqueta y ceremonia tendrá los honores militares,
escolta y tratamiento que están establecidos.
4-Ni
el Presidente, ni algún otro individuo de la Junta en particular revestirán
carácter público, ni tendrán comitiva, escolta o aparato que los distinga de
los demás ciudadanos.
5-Todo
decreto, oficio y orden de la Junta deberá ir firmado por ella, debiendo
concurrir cuatro firmas cuando menos con la del respectivo Secretario.
8-Se
prohíbe todo brindis, viva o aclamación pública a favor de individuos
particulares de la Junta. Si éstos son justos, vivirán en el corazón de sus
conciudadanos: ellos no aprecian bocas que han sido profanadas con elogios a
Tiranos.
9- No
se podrá brindar sino por la patria, por sus derechos, por la gloria de
nuestras armas y por objetos generales concernientes a la publica felicidad.
10-Habiendo
echado un Brindis Don Atanasio Duarte, con que ofendió la probidad del
Presidente, y atacó los derechos de la Patria, debía perecer en un cadalso. Por
el estado embriaguez en que se hallaba, se le perdona la vida, pero se
destierra perpetuamente de esta ciudad, porque un habitante de Buenos Ayres ni
ebrio ni dormido debe tener impresiones contra la libertad de su país.
12-No
debiendo confundirse nuestra milicia nacional con la milicia mercenaria de los
tiranos, se prohíbe que ningún centinela impida la libre entrada en toda
función y concurrencia pública a los ciudadanos decentes, que la pretendan. El
oficial que quebrante esta regla será depuesto de su empleo.
13-Las
Esposas de los funcionarios públicos políticos y militares no desfrutarán los
honores de armas ni demás prerrogativas de sus maridos: estas distinciones las
concede el estado a los empleos, y no pueden comunicarse sino a los individuos
que los ejercen.
14-
En las diversiones públicas de toros, ópera, comedia no tendrá la Junta palco,
ni lugar determinado. Los individuos de ella que quieran concurrir comprarán
lugar como cualquier ciudadano; el Excelentísimo Cabildo, a quien toca la
presidencia y gobierno de aquellos actos por medio de los individuos
comisionados para el efecto, será el que únicamente tenga una posición de
preferencia.
15-desde
este día queda concluido todo ceremonial de Iglesia con las autoridades
civiles; éstos no concurren al templo a recibir inciensos, sinos tributarlos al
Ser Supremo. Solamente subsiste el recibimiento en la puerta por los canónigos
y dignidades en la forma acostumbrada. No habrá cojines, situal, ni distintivo
entre los individuos de la Junta.
Dado
en Buenos Aires en la Sala de la Junta a 6 de diciembre de 1810. Cornelio de
Saavedra, Miguel de Azcuénaga, Dr. Manuel de Alberti, Domingo Matheu, Juan
Larrea, Dr. Juan José Paso, Secretario. Dr. Mariano Moreno, Secretario.
(Publicación de la Gazeta Extraordinaria de Buenos Ayres, del sábado 8 de diciembre de 1810. )